Síndrome post-nada. 27 de marzo.
Muy buenas:
Sé que llevo tiempo sin escribir nada, pero es que estoy en un momento en el que no me apetece hacer nada.
Poco a poco tiendo al estatismo. Lo reconozco porque ya pasé por esto alguna vez. Una mañana notas que el café no te aporta la chispa suficiente para levantarte de la mesa de la cocina. Otro día, al poco tiempo, incluso durante la misma semana, una mañana decides hacerte un nescafé por no poner la cafetera. Ni te levantas a por la lata de las galletas si ya estás sentado y, cuando has terminado de tomarte el desayuno, nada recomendado por los dietistas y expertos en nutrición por no consistir más que en un líquido marrón, te quedas con la mirada perdida en algún punto de la pared esperando que algo te ayude a levantarte. Suele venir cuando menos te lo esperas.
Poco a poco lo cotidiano se hace extraordinario por el esfuerzo que requiere, te empiezan a doler las extremidades, a mí sobre todo los tobillos y la espalda en la zona lumbar. No te centras en lo que debes hacer y cualquier dato se convierte en razón para notar como la mochila que cargas, aunque no se vea, se ha llenado con una piedra más. Arrastras los pies. Ves y oyes, no miras ni escuchas.
En mi cabeza rondan decenas de razones que he escuchado en algún momento en televisión para justificar este estado: es la primavera, que afecta más aún que el otoño a los estados anímicos. Puede ser que la primavera afecte más que el otoño, pero es que la primavera no ha aparecido por aquí, ni se la ve de lejos. La monotonía. Puede ser, pero por otro lado, desde hace dos meses mi vida es totalmente distinta de lo que lo era antes y aún puede animarme la posibilidad de tener novedades cada día que empieza. No me anima tampoco esta expectativa. Espera, esto tiene sentido.
Es que no tengo objetivos en mi vida. Esto suele quedarse más tiempo que el resto de opciones dando vueltas en mi cabeza. Aunque termino desechando esta posibilidad sin argumentos. Va a ser esto. En ocasiones he buscado esos objetivos, y he descubierto que soy una persona anormal en lo que a la época que me ha tocado vivir afecta. No me mueve el dinero y en la sociedad actual quedan pocas cosas al margen del objetivo vital de la acumulación del mismo.
Cuando di el giro a mi situación fue a costa de perder algo que ya había dejado de valorar lo suficiente y ahora lo echo de menos sin saber exactamente qué era ni qué porcentaje de mí suponía. Me equivoqué. Lo que tengo ahora no me llena y lo que dejé atrás me ha producido un vacío que no sé tapar ni sé si quiero hacerlo. Creo que esto es lo que me tiene tan desanimado. He tomado una decisión de taxidermista y me he vaciado por dentro.
Creo que me estoy frenando, pero no es por falta de fuerza en un sentido, es que en la misma dirección, pero en sentido opuesto, estoy notando una fuerza que me resulta más atractiva. Si tenemos en cuenta que un cuerpo no elige las fuerzas, sino que simplemente se ve sometido a ellas, espero encontrar pronto la situación de equilibrio que me permita ir a velocidad constante en uno de los dos sentidos, o en una nueva dirección.
Siempre me gustó la física.