Noto algo en mi interior. Dos de abril. ¿Aguas mil?
Muy buenas:
Ayer no fui a trabajar porque he cogido un virus de estómago que me tuvo viendo televisión, del salón al baño y del baño al baño todo el día.
El susodicho virus, o lo que sea, tiene la peculiaridad de que no es sólo que notes que estás débil, que tu estómago no acepta ni agua, que algún resorte aleatorio dicta tus carreras de pingüino hacia el WC, etc, no, es que además este virus me tiene con náuseas y mareos todo el día. Sobre todo por las mañanas. Para que algunos me entendáis, es como una mala resaca de ginebra pero sin el pinchazo y la presión en la cabeza. O como un empacho de fresas y anís, o, supongo, como un embarazo incipiente mal llevado.
De la televisión matinal no voy a hablar porque me vuelve la náusea, por cierto, cómo ha crecido Alipio Gutiérrez, aquel presentador de Madrid Directo de voz quebradiza defensor de la salud pública, que ahora presenta, controla y dirige, un pseudoinformativo doctrinal en Telemadrid. Ese mostacho, qué tiempos...
A mediodía opté por las televisiones locales. En la Tribuna TV había un espacio de entrevistas estilo Cara a cara en CNN plus, pero a lo bolo. En este programa entrevistaban a un concejal del partido socialista del gobierno local. El resumen de la entrevista es "A todo que sí". Si al entrevistador se le ocurre pedir allí mismo que le monte un parque de atracciones en medio de Zocodover, también que sí, y en tres meses. El mágico fin de fiesta, a modo de manga pastelera, fue que el tio dijo que perseguían la idea de poner un tranvía que fuese desde mi barrio hasta la base del Casco, donde comenzará un nuevo remonte hasta el nuevo palacio de congresos. Faraónico.
Para los no iniciados en las nuevas bolomilongas remonte quiere decir escalera mecánica exterior. Y lo del tranvía, en fin. Me da a mí que ese concejal, tan joven, o viejo, como yo, y compañero de viajes al Madrid Universitario, no lo va a ver construido en su vida. Si así fuere, ole sus cojones.
Poco después, conexión con el canal Congreso de los diputados a tragarme las votaciones de ayer que comenzaba la nueva legislatura. Votaciones a Bono, por poco, a los secretarios, a la mesa y todo el mundo rajando. Ya sé por qué lo llaman curso político. Porque la inmensa mayoría de los diputados, supongo que los senadores serán iguales, se comportan como si estuviesen en el patio de un colegio. Corrillos, charlas, risas, besos, abrazos, palmaditas en la espalda. Les faltan un par de canastas y porterías para jugarse unos goles regateados.
Después, lo mejor de todo, el análisis de los medios de comunicación de las votaciones del día. El socialista, presumiblemente Guerra, que no votó a su compañero de partido para presidente del congreso. Los populares que no votaron a Celia Villalobos para secretaria, presumiblemente por la misma razón, pero especular, por la que Guerra, o quien fuese, no votó al expresidente de Castilla La Mancha para presidente del Congreso. Y es que si Bono y Celia Villalobos cambiasen sus escaños casi nadie lo notaría. Al menos en el plano ideológico. En lo físico los aparentes bisturís abren brecha.
¡Pero de qué se extrañan los medios! Según las imágenes que nos mostraba el Canal Congreso de los diputados, con sus señorías subiendo las escaleras hablando y bajándolas cargados de pasteles de catering y las bocas llenas, más los cafés, algún que otro corrillo sospechoso como el que formaron Rubalcaba y Pizarro, y al que iban uniéndose y separándose otros animados contertulios, el cachondeo de Zaplana, al que le había quitado el sitio Sáenz de Santamaría, con sus antiguos compañeros de la primera fila popular y, una de las cosas que más me sorprendieron, Pedro Solbes pasando de todo el mundo, ausente, en su burbuja, trabajando en su sitio con un portátil y unos documentos. Guerra corriendo detrás de los que habían depositado la papeleta para dar collejas, el presidente de las Nuevas Generaciones del PP moviéndose sin rumbo cierto, dejándose ver y luciendo barba de progre pero bien arropado por la vieja guardia en todo momento, y, Zapatero, votando como el que acaba de tirar de las coletas a una niña en el recreo: dejó la papeleta, miró alrededor con ojos pícaros, para ver si alguien le estaba haciendo caso y, después, se frotó las manos mientras escondía el cuello y bajaba del estrado. Son como niños.
El resto del día termina en Fama! A bailar y a dormir. Madre mía, no tenía ni idea de que esos pobres tenían un programa diario de más de dos horas. Qué pesados. No sé cómo no tienen agujetas.
Cuando desperté Fama seguía allí. Después apagué la televisión, leí, vi Little britain en el ordenador y el partido de la Champions me devolvió frente al tubo catódico.
Por lo visto hizo un maravilloso día de primavera. Yo ni me enteré. Cuando me acosté por la noche cerré los ojos y vi una pantalla de televisión sin sintonizar, recordé las primeras frases de un gran libro y me dormí.
Un abrazo.
Ayer no fui a trabajar porque he cogido un virus de estómago que me tuvo viendo televisión, del salón al baño y del baño al baño todo el día.
El susodicho virus, o lo que sea, tiene la peculiaridad de que no es sólo que notes que estás débil, que tu estómago no acepta ni agua, que algún resorte aleatorio dicta tus carreras de pingüino hacia el WC, etc, no, es que además este virus me tiene con náuseas y mareos todo el día. Sobre todo por las mañanas. Para que algunos me entendáis, es como una mala resaca de ginebra pero sin el pinchazo y la presión en la cabeza. O como un empacho de fresas y anís, o, supongo, como un embarazo incipiente mal llevado.
De la televisión matinal no voy a hablar porque me vuelve la náusea, por cierto, cómo ha crecido Alipio Gutiérrez, aquel presentador de Madrid Directo de voz quebradiza defensor de la salud pública, que ahora presenta, controla y dirige, un pseudoinformativo doctrinal en Telemadrid. Ese mostacho, qué tiempos...
A mediodía opté por las televisiones locales. En la Tribuna TV había un espacio de entrevistas estilo Cara a cara en CNN plus, pero a lo bolo. En este programa entrevistaban a un concejal del partido socialista del gobierno local. El resumen de la entrevista es "A todo que sí". Si al entrevistador se le ocurre pedir allí mismo que le monte un parque de atracciones en medio de Zocodover, también que sí, y en tres meses. El mágico fin de fiesta, a modo de manga pastelera, fue que el tio dijo que perseguían la idea de poner un tranvía que fuese desde mi barrio hasta la base del Casco, donde comenzará un nuevo remonte hasta el nuevo palacio de congresos. Faraónico.
Para los no iniciados en las nuevas bolomilongas remonte quiere decir escalera mecánica exterior. Y lo del tranvía, en fin. Me da a mí que ese concejal, tan joven, o viejo, como yo, y compañero de viajes al Madrid Universitario, no lo va a ver construido en su vida. Si así fuere, ole sus cojones.
Poco después, conexión con el canal Congreso de los diputados a tragarme las votaciones de ayer que comenzaba la nueva legislatura. Votaciones a Bono, por poco, a los secretarios, a la mesa y todo el mundo rajando. Ya sé por qué lo llaman curso político. Porque la inmensa mayoría de los diputados, supongo que los senadores serán iguales, se comportan como si estuviesen en el patio de un colegio. Corrillos, charlas, risas, besos, abrazos, palmaditas en la espalda. Les faltan un par de canastas y porterías para jugarse unos goles regateados.
Después, lo mejor de todo, el análisis de los medios de comunicación de las votaciones del día. El socialista, presumiblemente Guerra, que no votó a su compañero de partido para presidente del congreso. Los populares que no votaron a Celia Villalobos para secretaria, presumiblemente por la misma razón, pero especular, por la que Guerra, o quien fuese, no votó al expresidente de Castilla La Mancha para presidente del Congreso. Y es que si Bono y Celia Villalobos cambiasen sus escaños casi nadie lo notaría. Al menos en el plano ideológico. En lo físico los aparentes bisturís abren brecha.
¡Pero de qué se extrañan los medios! Según las imágenes que nos mostraba el Canal Congreso de los diputados, con sus señorías subiendo las escaleras hablando y bajándolas cargados de pasteles de catering y las bocas llenas, más los cafés, algún que otro corrillo sospechoso como el que formaron Rubalcaba y Pizarro, y al que iban uniéndose y separándose otros animados contertulios, el cachondeo de Zaplana, al que le había quitado el sitio Sáenz de Santamaría, con sus antiguos compañeros de la primera fila popular y, una de las cosas que más me sorprendieron, Pedro Solbes pasando de todo el mundo, ausente, en su burbuja, trabajando en su sitio con un portátil y unos documentos. Guerra corriendo detrás de los que habían depositado la papeleta para dar collejas, el presidente de las Nuevas Generaciones del PP moviéndose sin rumbo cierto, dejándose ver y luciendo barba de progre pero bien arropado por la vieja guardia en todo momento, y, Zapatero, votando como el que acaba de tirar de las coletas a una niña en el recreo: dejó la papeleta, miró alrededor con ojos pícaros, para ver si alguien le estaba haciendo caso y, después, se frotó las manos mientras escondía el cuello y bajaba del estrado. Son como niños.
El resto del día termina en Fama! A bailar y a dormir. Madre mía, no tenía ni idea de que esos pobres tenían un programa diario de más de dos horas. Qué pesados. No sé cómo no tienen agujetas.
Cuando desperté Fama seguía allí. Después apagué la televisión, leí, vi Little britain en el ordenador y el partido de la Champions me devolvió frente al tubo catódico.
Por lo visto hizo un maravilloso día de primavera. Yo ni me enteré. Cuando me acosté por la noche cerré los ojos y vi una pantalla de televisión sin sintonizar, recordé las primeras frases de un gran libro y me dormí.
Un abrazo.
2 Comments:
At 11:17 a. m., Ana Saturno said…
Cada día escribes mejor, guapo. Hay que ver para lo que te dan de sí unas fatigas. ;-)
Besos
At 11:20 a. m., Jermanio said…
¡Pero qué canariona que estás hecha!
Publicar un comentario
<< Home